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María de Ávila.
Del eclecticismo a la ortodoxia.

Por Ana I. Elvira Esteban


Epílogo


A lo largo de todo este estudio, ha quedado patente la gran capacidad de asimilación y evolución que María de Ávila tuvo a lo largo de su prolífica vida como bailarina, maestra y directora de compañías. Una andadura que comenzó partiendo del eclecticismo formal y estilístico que le transmitió Pauleta Pàmies y que ella misma consiguió transformar, gracias a las enseñanzas recibidas de Alexander Goudinov, a toda la información que fue asimilando a través de sus contactos con otros profesionales y a su propio inconformismo, hasta alcanzar la más pura ortodoxia de lo académico. Si a ello se une su acertada intuición pedagógica a la hora de elaborar una metodología de trabajo y su perseverancia para transmitir esa pureza de escuela, podría decirse que logró reunir en su labor los ingredientes necesarios para establecer y normalizar los pilares formativos de nuestra danza académica y abrir sus puertas al resto del mundo occidental.

Ya en 1987, Maurice Béjart, uno de los creadores más reflexivos y lúcidos de la danza del siglo XX, destacaba su particular valor, su trascendencia y la excepcionalidad de su figura. Poco más se puede añadir a sus palabras.

En España hay una tendencia a un clásico muy puro con la escuela de María de Ávila, con la persona de María, y no sé cómo esto no se aprovecha. Cuántos países darían lo que se les pidiera por tener en casa una maestra de la tradición y la calidad de María de Ávila. Actualmente esa labor didáctica escasea mucho. Está Claude Bessy, en la escuela de la Ópera de París, que es hoy la mejor del mundo, el trabajo de Vinogradov en Leningrado, y el caso de María de Ávila en España. No hay más87

87 SALAS, Roger. «El reposo del genio». Scherzo, nº 19 (noviembre de 1987), pp. 30-34. Volver al texto

BIBLIOGRAFÍA
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