logo ministerio de cultura logo cdaem

Página 5

Centro Nacional de Nuevas Tendencias Escénicas:
la utopía que se hizo realidad

Por Rosa Alvares


Con relación a este punto, hay otro hecho que cumplió un papel importante dentro de la trayectoria del Centro Nacional de Nuevas Tendencias Escénicas, su tarea editorial. Varias colecciones (en especial, una dedicada a la teoría escénica y otra de textos dramáticos contemporáneos), con formatos de una cuidada calidad, a pesar de su ajustado precio, sirvieron para acercar la nueva dramaturgia no solo a los espectadores, sino también a las compañías teatrales y a los profesionales interesados. Estos últimos disfrutaron asimismo de otras iniciativas tan relevantes como las becas y los talleres de formación, tanto de artes escénicas como relativos a la propia creación literaria. Prestigiosas figuras del teatro, españolas y extranjeras, como Fermín Cabal, Marco Antonio de la Parra, Paloma Pedrero, Jesús Campos, Els Joglars, Toby Robertson, Omar Grasso o Ángel García Pintado, pusieron su experiencia a disposición de los más de mil alumnos que se sumaron a esta propuesta. Interpretación, danza, dirección de escena, manipulación de títeres, luminotecnia, dramaturgia... Seminarios sobre disciplinas muy distintas que obtuvieron un gran éxito de asistencia, a pesar de la escasa repercusión que tuvieron en los medios de comunicación.

También pasaron un tanto desapercibidas las relaciones del Centro Nacional de Nuevas Tendencias Escénicas con otras propuestas similares que se producían entonces en distintos países europeos. Guillermo Heras mantuvo estrechos contactos con el Institute of Contemporary Arts, de Londres; el Mickery de Amsterdam, y el Centro di Ricerca e Documentazioni Teatrale San Geminiano, de Módena. Por otra parte, el Centro consiguió ingresar en la Convención Teatral Europea como miembro de hecho, puesto que cuando iba a punto de alcanzar el pleno derecho, su actividad fue clausurada por la ministra de Cultura Carmen Alborch. La divulgación de las nuevas dramaturgias extranjeras también protagonizó parte de la programación de la sala Olimpia. Así, en buena medida, el público pudo descubrir textos de autores internacionales como Steven Berkoff (con Greek); Pier Paolo Pasolini (Calderón); Jean Genet (Ella); Bernard-Marie Koltès (En la soledad de los campos de algodón), o Heiner Müller (Ribera despojada/Medea material/Paisaje con argonautas), nombres imprescindibles para la escena más arriesgada y actual, verdaderos clásicos contemporáneos que vertieron sus palabras combativas y transgresoras en cada montaje.

Iberoamérica también estuvo muy presente en la trayectoria del Centro. Ya desde las primeras temporadas, Heras demostró gran interés por dar a conocer el teatro que se estaba haciendo en los países de habla hispana y en Brasil. Con ellos estableció un estrecho acercamiento mediante giras, festivales, talleres de formación y coproducciones. El resultado fue la fructífera colaboración con el Festival Iberoamericano de Cádiz (que llegó a tener una extensión en la sala Olimpia) y el Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral (CELCIT), quienes entendieron plenamente el concepto de teatro defendido desde el Centro de Nuevas Tendencias.

Con todo este bagaje, queda patente que fueron muchos los logros de una iniciativa como el CNNTE. Sin embargo, su andadura también cosechó fracasos. El mayor quizá fue la frecuentemente escasa repercusión que el Centro tuvo entre los espectadores. Ya hemos mencionado que, desde el principio, la etiqueta de “Nuevas Tendencias Escénicas” despertó un recelo incomprensible. ¿Qué tipo de propuesta creativa se escondía tras ese ampuloso título? ¿Qué “extravagancia” encubrían esas tres palabras? Daba la sensación de que cualquier montaje anunciado desde la sala Olimpia estaba revestido de un halo de rareza, de modernidad carente de calidad, vacía de significado. Un juicio que, desde luego, no resultaba nada favorecedor para afianzar los objetivos marcados por Guillermo Heras y sus colaboradores.

Ya hemos comentado que la propia profesión teatral recibió la nueva unidad de producción con cierta desconfianza. La crítica especializada tampoco se mostró muy receptiva. Una visita a la hemeroteca sirve como prueba definitiva: el espacio que la prensa diaria dedicaba a la actividad de la sala Olimpia era ridículo. Pocos montajes tenían la suerte de ser objeto de un reportaje; en el mejor de los casos, todo se resolvía con una discreta reseña. Esta actitud de los medios repercutía en una penosa difusión de los espectáculos que allí se exhibían, ya que la partida económica dedicada a publicidad era escasísima, puesto que corría a cargo del presupuesto general del propio Centro. Y, como es lógico, esa falta de publicidad afectaba negativamente a la asistencia de espectadores. La sala Olimpia parecía ser invisible para los periodistas dedicados a la información cultural. En muchos casos, ni siquiera acudían a los estrenos previstos. Para disculparse, no era extraño alegar el poco tiempo que las obras presentadas permanecían en cartel: porque había semanas en las que se anunciaba una función nueva, como mínimo; un ritmo trepidante para unos medios de comunicación empeñados en dar cuenta de otras iniciativas culturales “de mayor calado”.

La falta de asistencia del público fue un hecho irrebatible. Y es que un aire de marginalidad y malditismo rodeaba al Centro Nacional de Nuevas Tendencias Escénicas sin saber muy bien el motivo. Incluso la ubicación de la sala Olimpia parecía ir en detrimento de los posibles asistentes, porque el barrio de Lavapiés, donde se alzaba el edificio, era considerado por algunos un lugar de dudosa seguridad ciudadana... Quizá la nueva escena defendida por Guillermo Heras requería un nuevo público dispuesto a no conformarse con un teatro llamémoslo “comercial”. El director del Centro nunca vivió este desencuentro con los ciudadanos como un fracaso. Prefirió interpretar los datos de taquilla como muestra de que la audiencia que ocupaba la sala era, sencillamente, “sectorial “. El carácter minoritario del hecho escénico definía su propia esencia. ¿Por qué iban a ser las Nuevas Tendencias una excepción? Lo importante era mantener el compromiso estético que se había propuesto al poner en marcha su aventura; es decir, luchar por aquello en lo que uno cree. Aunque en taquilla casi nunca se colgara el cartel de “Agotadas las localidades”.