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Centro Nacional de Nuevas Tendencias Escénicas:
la utopía que se hizo realidad

Por Rosa Alvares


“Nuevas Tendencias Escénicas”, un lema que también suscitó cierta polémica, dado que muchos no llegaban a comprender siquiera que escondía esta expresión. ¿Acaso iba el Centro a dedicar su actividad a un teatro extravagante, basado únicamente en el elemento formal, defensor de la vanguardia por la vanguardia? En absoluto. Es cierto que apostó por la búsqueda de nuevos lenguajes escénicos, sí, pero conjugando modernidad y tradición. Porque si un término pudiera recoger el espíritu del Centro de Nuevas Tendencias, sería posiblemente la palabra “sincretismo”. Una escena de “puertas abiertas”, con una marcada vocación contemporánea, no podía acabar en el teatro en sentido estricto. ¿Cómo iba a desdeñar todo lo que de enriquecimiento conlleva la noción de “fusión” y “mestizaje”? La apuesta por un teatro interdisciplinar, donde palabra e imagen se unen, donde es posible encontrar elementos de géneros aparentemente dispares, fue otra de las más acertadas aportaciones del Centro. Incorporar a su oferta cultural espectáculos adscritos a terrenos fronterizos, como la danza, la radio y la ópera, propició una vía muy adecuada para crear nuevas sensibilidades hacia el hecho escénico, fuera cual fuera el formato en el que se presentara.

Con la inclusión de ciclos como Fronteras del teatro, Madrid en danza, Danza en diciembre y los sucesivos Certámenes coreográficos en la programación del Centro de Nuevas Tendencias, Guillermo Heras logró abrir una línea de apoyo y promoción de la danza contemporánea, una de las grandes asignaturas pendientes de la escena española en aquellos momentos. Fue uno de sus mayores logros, ya que fueron muchas las compañías que se curtieron en la Olimpia, demostrando que nuestros creadores podían estar a la altura de las propuestas internacionales. La nómina fue grande, con colectivos y artistas como Heura, Yauzkari, Avelina Argüelles, Carmen Senra, Manuela Rodríguez, Francesc Bravo, Ananda Dansa, Vianants Danza, Mudances, Metros, La Dux, Malpelo, Danat Dansa, Lanónima Imperial, Bocanada, Antonia Andreu, Vicente Sáez, Transit, María José Ribot, Blanca Calvo, 10&10 Danza, Provisional Danza, Olga Mesa, Teresa Nieto… Ahora bien, ese tanto a favor de la danza no solo se refiere a quienes ocupaban el escenario, sino también a quienes tomaban asiento en el patio de butacas. Porque, aunque el público, en general, tuviera cierta reticencia a adentrarse en determinadas propuestas del CNNTE, no fue así en la danza contemporánea, que logró incorporar a ella nuevos espectadores.

Especial repercusión tuvo el ciclo de óperas actuales que organizó la sala Olimpia junto al Centro para la Difusión de la Música Contemporánea (dirigido entonces por Tomás Marco) y el Teatro de la Zarzuela (que entonces lideraba Emilio Sagi). Una colaboración que reunió a diversos escritores (entre ellos, Antonio Muñoz Molina, Rosa Montero, Ana Rossetti o Clara Janés), compositores (como Manuel Balboa, José Ramón Encinar y Jacobo Durán Loriga) y directores de escena (Simón Suárez, María Ruiz, Juanjo Granda o el propio Heras) para que el público descubriera que la ópera podía estar al alcance de todos y no ser solo un producto cultural reservado para los grandes escenarios y para una élite.

Merece también una mención dentro de estos “territorios fronterizos” el radio-teatro. Una iniciativa conjunta con Radio 2, sumamente atractiva, que recogía el interés que desde siempre ha despertado este medio de comunicación en dramaturgos y artistas de todo el mundo, como Harold Pinter, Orson Welles, Heiner Müller, Samuel Beckett, Miguel Delibes, Torrente Ballester o Fernando Fernán Gómez. Desafortunadamente, los radio-teatros no consiguieron tener una continuidad en la programación de las Nuevas Tendencias y desaparecieron en su segunda temporada.

No fue este el único proyecto de Guillermo Heras que no llegó a consolidarse en su apuesta por las “nuevas tendencias”. No nos engañemos. Muchas de sus propuestas se frustraron por una cuestión económica, no por falta de interés del director. Porque el Centro disfrutó de unos presupuestos bastante exiguos. Como ejemplo, basta recordar que en su primera temporada contó solo con 40 millones de pesetas, una cantidad irrisoria para tantos objetivos como se había marcado. Guillermo Heras consideraba injusto ser “el hermano pobre” de los Centros Nacionales, del Centro Dramático Nacional (CDN) y de la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC), que gozaban de mayores sumas de dinero para desarrollar su actividad: por ejemplo, en los presupuestos que el Ministerio de Cultura dedicó al INAEM en 1989, el CDN contaba con 440,1 millones de pesetas; la CNTC, con 333,7 millones de pesetas, y el CNNTE, con 156 millones de pesetas. Y refiriéndonos a las cuestiones presupuestarias, es justo recordar que, por iniciativa de su propio director, el Centro Nacional de Nuevas Tendencias Escénicas hizo públicos sus balances económicos, año tras año, en un boletín informativo que cualquier ciudadano podía recoger en el vestíbulo de la sala Olimpia. Algo nada habitual entonces, por qué no reconocerlo, en otras iniciativas de carácter público.